Opinion

“EL TEMA HAITIANO, AMENAZA INEVITABLE PARA RD, CON EL QUE NO SE DEBE JUGAR NI INVENTAR”

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Reflexiones de Actualidad Política 

Por Julio A. Altagracia Guzmán 

El Horizonte, Santo Domingo RD.- Es mucho lo que se habla cada día de los latentes peligros que implican para nuestro país el compartir fronteras con unos vecinos cuyas diferencias de todas naturalezas son de carácter abismales, comenzando por las costumbres, idioma, cultura, tradiciones, educación, religión, historia y el estatus socio-económico, entre otras, donde ellos están considerados como el país de más altos niveles de pobreza en todo el mundo y donde el desorden, la anarquía y el vandalismo constituyen el modus vivendu del 90% de su población, sin pasar por altos los odios, la envidia y otros sentimientos que ancestral históricamente carcomen a esa población en contra de los dominicanos.

Este es un tema que estamos obligados a tratar con la mayor seriedad y responsabilidad posible y del que debemos desligar cualquier accionar politiquería o de otra naturaleza. Es un tema que convoca a la unidad monolítica de todos los dominicanos, sin excepción, no para combatir a los haitianos, no se trata de eso, más
bien merecen ser apoyados por nosotros, pero en su territorio, para impedir que los daños y perturbaciones que penden sobre nuestro país, sean los menores.

En línea con lo anterior sería muy oportuno que parte de nuestro liderazgo político, sobre todo, sobre todo el que ha elegido la estrategia de buscar simpatía ciudadana sobre la base de oponerse y pretender desnaturalizar todas las acciones de sus oponentes, utilizando este tema, sin importar los daños que puedan causar, o aquellos
que amparados en entidades sociales y respondiendo a intereses extraños, promueven acciones que pudieran verse como contrarias al sentir mayoritario del pueblo dominicano, entiendan que los daños a que están exponiendo la estabilidad, la seguridad y la soberanía de nuestro país, son de magnitud y peligrosidad impredecibles e incalculables.

Por otro lado encontramos la realidad de que por razones, fundamentalmente laborales, pero también de otras naturalezas, cada dominicano tiene su haitiano preferido, sin importar su estatus migratorio: Las casas de familia, los condominios, las fincas, las construcciones y los empresarios en sentido general somos los mejores
ejemplos de lo que expresamos, con el inconveniente de que esto no va a cambiar con facilidad, lo cual contribuye a acrecentar las dificultades existentes y a limitar las soluciones requeridas. Este es un tema que no tiene solución cómoda y es un imperativo que nos atañe a todos, sin excepción.

Los acontecimientos recientes, ocurridos en Bávaro/Punta Cana en el área de la construcción, sin entrar en detalles de culpabilidades o razones, es un vivo ejemplo a tomar en cuenta para medir posibles consecuencias en proporciones catastróficas, si a esta situación no se le pone freno de manera drástica e inmediata y asumimos
conciencia de que tratar de politizar la gravedad de estos acontecimientos, por los motivos o razones que sean, constituye una temeridad que pudiera ocasionar una estocada a la estabilidad social de la república y a lo más preciado que poseemos a costa de sangre y dolor, la nacionalidad dominicana.

La responsabilidad y compromiso con el manejo del tema de la migración haitiana de manera ilegal, está en manos de las autoridades del Estado Dominicano, pero implica la participación activa de todos los sectores de la vida nacional y de cada ciudadano de manera particular del pueblo dominicano, dejado claro que nunca habrá una solución definitiva y total y que la solución no depende, exclusivamente, de la República Dominicana.

El problema de los ciudadanos de Haití, en su inmensa mayoría, es de sobre-vivencia: trabajo, comida, educación y orden institucional y social, cuya solución requiere apoyo internacional, esfuerzo, compresión y tiempo, siendo la República Dominicana, por razones geográficas y socio económicas la única parte para donde pueden salir, lo otro es el mar y sus consecuencias, teniendo a su favor una frontera abierta de más con 300 kilómetros, la corrupción e irresponsabilidad de quienes tienen que protegerla, la necesidad, creada convenientemente, de manos de obra en nuestro país, así como la pretensión acomodada de la Comunidad Internacional, de que nuestro país asuma la solución de esa desgracia, algo totalmente imposible.

Ante las realidades de este tema, esbozadas en síntesis, más arriba, es que hacemos un llamado a la conciencia de cada dominicano e incluso a los haitianos y otros que residen legalmente en el país, en el sentido de que la cruda realidad de Haití constituye una seria, latente e inevitable amenaza para la estabilidad y el orden de la República, cuyas consecuencias son impredecibles por lo que es una situación con la cual no se debe jugar interponiendo intereses particulares y oportunismo mediáticos y politiqueros.

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