Reflexiones de Actualidad Política
Por Julio Ant. Altagracia
El Horizonte, Santo Domingo DN, RD.- Estamos viviendo momentos con serias dificultades por las pasiones, movidas con frecuencia, motivadas por: resentimientos, frustraciones, odios, ignorancia y bajos niveles educacionales con pretensiones de liderazgo u oportunismo, las cuáles turban la razón de muchos obnubilando sus mentes y llevándolos a asumir conductas y comportamientos en contradicciones con valores morales y el buen hacer, a tal nivel que le hace ver a quién no piensa o actúa igual a ellos, no sólo como un desfasado, sino como un adversario al que se debe destruir moralmente.
Lo más preocupante es que estamos contemplando ese problema como un asunto normal, y con ellos estamos asistiendo con tranquilidad y sin asombro al aniquilamiento o la destrucción
de aquella formación cívica y moral de la que, con tanto orgullo, pasión y gala, exhibían y nos
instruían nuestros abuelos, padres y maestros.
En ese orden, encontramos que uno de los principales y más útiles avances de la tecnología, por ser soporte de unos de los pilares fundamentales de las libertades de la humanidad, contenida en la libre expresión del pensamiento, que se ejerce a través de las redes sociales con un uso sin límites, cuyos beneficios siempre estarán de manera preponderante, por encima de sus males, pero la que está deviniendo en un uso abusivo, cuyos resultados amenazan con convertirse en un libertinaje desbastador de valores, principios, honras y nombres bien ganados, al ponerlo al servicio de resentimientos, odios, envidia, avaricia, ignorancia e incapacidad de una parte importante de sus usuarios.
Es una situación que debe llamar a reflexión a todos los sectores de la vida nacional. Es un asunto de conciencia ciudadana, porque afecta a todos con consecuencias impredecibles. Es un
mal que al igual que el irrespeto a las normas ha creado un desorden mayúsculo en el transito
terrestre, cuya solución corresponde a todos, por lo que debemos involucrar una jornada nacional que se inicie con formación en el núcleo familiar y que llegue a las escuelas desde la
fase inicial hasta la superior, con las iglesias, los centros de trabajos, los sindicatos y partidos
políticos, así como toda la sociedad organizada de la República Dominicana.
Los males sociales a los que hacemos referencia, mismos que como una enfermedad catastrófica está destruyendo la seguridad física y moral de los dominicanos los estamos
sufriendo y observando a simple vista, basta con salir a las calles en vehículo o a pie, o abrir un teléfono y entrar a algunas de las redes sociales o partes de los medios improvisados, donde el
irrespeto y el mal uso hacen galas de un comportamiento totalmente inaceptable.
En ambos casos, el desconocimiento a las normas, las faltas de consideración, el abuso y/o la
ignorancia, junto a la incapacidad, se exhiben como virtudes, con tal valentía y arrogancia en
desmedro del derecho de los demás, que son capaces de ofenderse sí sus acciones no son
aceptadas con aplausos y reconocimientos.
La clase política, soportada en el sistema de partidos políticos de la República Dominicana, está
llamada, de manera principal, a jugar un papel preponderante en la organización y sustento de
una campaña nacional para enfrentar esos despropósitos, no solo, porque estas organizaciones
dirigen y orientas multitudes, si no, porque son la fuente principal para la elaboración y ejecución de Políticas Públicas que beneficien a todos los ciudadanos.
En ese orden pudiera considerarse que una confederación como el FOPPPREDOM, que agrupa
a todos los partidos políticos dominicanos, y/o un Agripino Núñez Collado, el hombre de los
consensos por excelencia, se dispongan a crear una mesa de trabajo con asientos para todos los sectores de la fuerza viva del país, con el propósito de que conjuntamente con las autoridades gubernamentales, sé cree y desarrolle una agenda cívica patriótica, que, al margen de las diferencias naturales, permita dar respuestas a esas epidemias que al igual que el COVID-19, nos está afectando a todos por igual. ¿Quién sé anima?