El béisbol es obsesión de dominicanos, vía para escapar de la pobreza y sueño con superhéroes como David Ortiz
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SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Para los dominicanos, dentro y fuera de su isla, el béisbol es mucho más que un deporte. Es de las escasas puertas de escape de la pobreza de manera decente. Es un sueño y una obsesión, y los que alcanza el éxito y la fama en las Grandes Ligas de los Estados Unidos, como David Ortiz, son más que deportistas, superhéroes.
Así explica Rita Indiana, notable escritora de novelas y relatos, cantante retirada de los escenarios, lo que significa el deporte del béisbol para el pueblo dominicano, a propósito de la tragedia que por poco termina con la vida David Ortiz, el Big Papi, el emblema de los Medias Rojas de Boston que, junto a Pedro Martínez y Manny Ramírez, guiaron al equipo a dejar atrás casi un siglo sin saborear la corona de las Grandes Ligas. Estos tres dominicanos fueron fundamentales para poner fin a la legendario «maldición de El Bambino» contra el equipo de Boston.
Con maestría y elegancia, Rita Indina enlaza lo que signifcaron Martínez, Ortiz y Ramírez para los Medias Rojas y para la comunidad dominicana en Boston, con lo que ocurre en los bateyes dominicanos, lugares de miseria extrema de donde han surgido muchas de las estrellas del béisbol. La promesa más reciente es del joven Robert Puesan, dominicohaitiano, del batey Peligro, que acaba de ser firmado por los Atléticos de Oakland, por 5 millones de dólares. Todo un acontecimiento mediático en la República Dominicana.
Explica que Peligro, “danger” en inglés, es uno de los numerosos bateyes de República Dominicana, esos asentamientos para los trabajadores de la caña de azúcar que surgieron junto a los ingenios. Detalla que en algunos casos, un batey se llega a convertirse en un pueblo de casas de cemento con techos de zinc, agua corriente y electricidad, pero la mayoría de las veces los bateyes siguen siendo conjuntos de chozas, similares a las que albergaban a los esclavos en el siglo XIX. Peligro es uno de estos.
«Puasón dice que una vez le pidió a Dios que le perdonara todo lo que debía haber hecho para merecer todas estas miserias»
«Robert Puasón, hijo de una mujer dominicana y un hombre haitiano, creció en medio de este escenario de privaciones y mano de obra mal pagada. Siempre que su madre salía a vender dulces o queroseno para lámparas y su padre estaba trabajando en la cosecha de la caña, Puasón cuidaba a sus hermanos menores. A veces no tenía nada que darles para comer, por lo que él buscaba el dinero por su cuenta. Recogió basura, pidió monedas en los semáforos, compró harina a crédito en la tienda de la esquina. La carne era un lujo reservado para los fines de semana», narra Rita Indiana.
Detalla que en lo más bajo de un sistema que no permite prácticamente ninguna movilidad social, la familia Puasón experimentó dificultades constantes. Cuando lograron mudarse de la choza del batey a una casa, fueron expulsados por su imposibilidad para pagar los 50 pesos del alquiler mensual.
«Puasón dice que una vez le pidió a Dios que le perdonara todo lo que debía haber hecho para merecer todas estas miserias», indica Indiana.
El 2 de julio, firmó un contrato de US$ 5 millones con los Atléticos de Oakland, el último en una larga lista de fenómenos dominicanos en busca de fama en los estadios del beisbol estadounidenses, desde Juan Marichal, el lanzador del Salón de la Fama conocido por su pierna elevada, hasta David Ortiz, el legendario bateador de los Medias Rojas que recibió un disparo estando en su tierra natal el mes pasado.
Resalta que Puasón, este talentoso campocorto y bateador con increíbles habilidades para su edad, es el héroe de un cuento de hadas financiado por las grandes ligas. Bendecido con una disciplina que lo distinguió incluso cuando era niño, ha sido codiciado por varias franquicias durante años.
«Su principal objetivo era comprar una casa para sus padres, un sueño que ahora ha cumplido», resalta la escritora.
Rita Indiana afirma que para los dominicanos de dentro o fuera de la isla, el sueño del béisbol es una obsesión. Su relación con el deporte es inmediata y formativa, y una persona como David Ortiz no es solo un atleta exitoso, sino un superhéroe; un dios que los situó en el mapa.
«La visibilidad de los dominicanos en Boston era prácticamente nula hasta bien entrada la década de 1990. Relegados a trabajos en el cuarto de atrás (limpiar, cocinar y lavar platos) nunca aparecían en los periódicos a menos que hubiera un artículo sobre un crimen en Jamaica Plain. Ortiz, Pedro Martínez y Manny Ramírez cambiaron todo eso. Sus rostros estaban en todas partes ̶ en la televisión, en la Casa Blanca ̶ y se convirtieron en el mejor anuncio de República Dominicana, junto con las imágenes ya populares de playas paradisíacas y sitios de descanso con todo incluido», precisa en su artículo en The Boston Globe.
Tras resaltar observaciones críticas sobre las desigualdades sociales y su contraste con las estadísticas y afirmaciones oficiales acerca del crecimiento de la economía y el ascenso de sectores pobres a clase media, Rita Indiana pone el énfasis en el problema de la inseguridad que sufren los dominicanos en los espacios públicos.
Resalta como David Ortiz, que no ha perdido su humildad y su gusto por la camaradería con sus viejos y nuevos amigos, fue víctima de un atentado, del cual sobrevivió milagrosamente, cuando se encontraba en un lugar de diversión abierto.
Señal que Ortiz es conocido como una persona normal que gusta compartir con todos; una persona abierta, carismática, pero sobre todo, humilde. Agrega que las fotos de la escena del atentado hablan de esta humildad: una barra al aire libre con asientos de plástico, el tipo de lugar que muchas estrellas ricas del béisbol dominicanas evitarían.
«Y este es el mensaje: para sobrevivir a la violencia en una atmósfera de total desconfianza para las autoridades, usted debe mantenerse dentro de la burbuja que su dinero y su posición le permiten. Hasta que, por supuesto, esa burbuja estalle, como explotan todas las burbujas en su momento, si los líderes de la República Dominicana siguen evadiendo los problemas sociales», precisa Rita Indiana.
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